La flor que eres, no la que das, quiero...
Fernando Pessoa
Recuerdas la escena de la película Una canción de amor para Boby Long, donde él camina lento y bebiendo hacia la tumba de su amada, bueno esa imagen aparece ahora en mí, solo que yo no lo hago en dirección a un cadáver y su morada, sino a un ser vivo y amoroso que me espera sonriente en una banca de parque, listo a entregarme su amor, a entender mis necesidades y miedos de humano, mis desesperaciones como mujer; a tolerarme en todos mis excesos.
Es casi media noche, dos gatos sobre el techo riñen, mi teléfono vibra, eres tú: infaltable, reportándote a la distancia, compartiéndome alguna grata experiencia, recordándome el inagotable amor que me esperará al otro día.
Sigo con Boby Long, ahora no es el camino que da al cementerio del pueblo, sino el río, el manso afluente donde él toca la guitarra y canta algún blues conmovedor y Lawson escucha -atento a la vez a su cerveza-; los peces, las aves, los marineros cercanos, también. Todo el pueblo se acerca a escuchar el tema de Boby, ese que habla de la pareja inseparable: tú y yo; de aquellos envidiados amantes callejeros, y entonces el río ha desembocado al mar, es esa playa donde tantas veces nos hemos estancado en su arena, besado y platicado, desnudando el sentimiento el uno por el otro, allí donde hemos servido de modelo inagotable e inspirativo para un tema de canción, aquella que Boby consume a orillas del río.
Fernando Pessoa
Recuerdas la escena de la película Una canción de amor para Boby Long, donde él camina lento y bebiendo hacia la tumba de su amada, bueno esa imagen aparece ahora en mí, solo que yo no lo hago en dirección a un cadáver y su morada, sino a un ser vivo y amoroso que me espera sonriente en una banca de parque, listo a entregarme su amor, a entender mis necesidades y miedos de humano, mis desesperaciones como mujer; a tolerarme en todos mis excesos.
Es casi media noche, dos gatos sobre el techo riñen, mi teléfono vibra, eres tú: infaltable, reportándote a la distancia, compartiéndome alguna grata experiencia, recordándome el inagotable amor que me esperará al otro día.
Sigo con Boby Long, ahora no es el camino que da al cementerio del pueblo, sino el río, el manso afluente donde él toca la guitarra y canta algún blues conmovedor y Lawson escucha -atento a la vez a su cerveza-; los peces, las aves, los marineros cercanos, también. Todo el pueblo se acerca a escuchar el tema de Boby, ese que habla de la pareja inseparable: tú y yo; de aquellos envidiados amantes callejeros, y entonces el río ha desembocado al mar, es esa playa donde tantas veces nos hemos estancado en su arena, besado y platicado, desnudando el sentimiento el uno por el otro, allí donde hemos servido de modelo inagotable e inspirativo para un tema de canción, aquella que Boby consume a orillas del río.
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