
No me gusta la política, es más detesto a quienes la practican. Hoy empezó la campaña propagandística de los candidatos a Asambleístas y de seguro terminaré odiándolos más. Por qué, las razones son suficientes: pintarán las paredes de la ciudad, pondrán sus hipócritas rostros en vallas, incluso algún mequetrefe de esos osará a obsequiarme su tarjeta e intentará convencerme que vote por él. Patético.
¿Cómo sería el mundo sin políticos?, me lo imagino más armónico sin tanta problemática social. Más allá del inicio de las campañas electorales, me desconcierta saber que el Estado gastará mucho dinero en los medios de comunicación para promocionar a varios candidatos, y con tantas necesidades que la población ecuatoriana urge. Es un país absurdo me digo repitiendo. Es un país infestado de políticos.
Solo espero que cuando vaya por la calle no se me acerque ninguno de ellos con tarjeta en mano, intentando abrazarme, sonriéndome, convenciéndome -una vez él convencido- de ser uno de los elegidos que ayudará a la transformación del país, desde su papel como asambleísta. No sé si esta vez podré retener la carcajada de burla ante tanta payasada.
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