lunes, 13 de agosto de 2007

La muerte de una escritora



¿Cómo reaccionamos cuando las personas apreciadas deciden desaparecer por su propia voluntad? Jamás he sido partidaria del suicidio, por eso cuando mi esposo me contó lo que había hecho su amiga escritora de Guayaquil me horroricé por el hecho. No entendí en ese momento por qué lo hizo, ahora menos. El dolor tuvo que ser muy fuerte para que haya tomado una decisión de esa naturaleza.
Pienso en mi esposo y en sus amigos escritores. He releído el libro de su amiga suicida y de muchos de sus allegados: todos son pesimistas. Recuerdo que en algún momento él también pensó en “vencer a la muerte” -según sus palabras. Aún no entiendo la frase-, y se desgastaba escuchando los temas más deprimentes de muchas bandas alternativas, después escribía y volvía a la música: un círculo desgarrador.
Pronto será un mes desde que ella falleció, ninguno de los dos ha vuelto a pronunciar la tragedia, pero sé que él la continúa pensando, la amistad tiene un peso especial en cada uno (jamás entenderé del todo a los escritores y su sensibilidad), los une cada una de sus soledades.
Lástima por ella y por todos aquellos que alargarán la fúnebre lista de este año.

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